lunes, 24 de agosto de 2009

La Sombra


Nuestros ojos cambiaron de forma y color para siempre, aquella noche de verano.

A eso de las 11:30 de la noche decidimos caminar para estirar las piernas y decidir que haríamos los tres, luego de percatarnos de que ninguno de nuestros otros amigos de la villa se sentía con ánimo de salir a hacer lo de siempre, al menos a esa hora. Por alguna razón que puede ser adivinada solo por los dioses, lo que ocurriría en solo cosa de minutos estaba destinado a ser vivido solamente por Carlos, Francisco y yo.

Siguiendo hacia el norte desde Santiago, a través de la Cordillera de la Costa, la carretera nos muestra un paisaje repleto de cerros de piedra sólida y material arcilloso, múltiples y fértiles valles donde convergen la vida tranquila y el trabajo de la tierra, dotado de microclimas y apto para cualquier uso. Podemos llegar a un pueblo de características antiguas y pintorescas. Destacan acá la actividad pesquera y la artesanía, siendo además cuna y sitio ideal para vivir de muchos escritores, músicos, pintores y artistas.
Es en este escenario costero, en donde nuestra villa está rodeada de grandes árboles que calman algo al viento y que a veces deja sin señal a los teléfonos celulares, queda inmediatamente al medio de una hermosa y oculta playa de arenas blancas y aguas color turquesa, al norte el pueblo donde se desarrollan las actividades marítimas, comerciales y culturales, al este se puede vislumbrar el campo y las grandes montañas y al sur, muy cerca de un escarpado acantilado de 30 metros de alto, al cual podemos llegar a pié desde nuestras casas a través de un antiguo bosque de pinos y eucaliptos. Desde que poseo uso de razón, y quien haya estado acá lo puede decir, siempre se contaron historias extrañas: duendes en el bosque, apariciones de espectros, el Tue-Tué*, avistamientos OVNI y otros que no enumeraré en esta ocasión. Primero estas leyendas fueron transmitidas por los más ancianos del lugar, luego por los de la generación siguiente, nuestros padres y abuelos y posteriormente por nosotros mismos a nuestros amigos en esos años.

El folklore recopila las historias y tradiciones de cada pueblo, cada historia en su momento, fue dicha para explicar un fenómeno que la ciencia hasta ese punto no podía develar. Se trata de un conocimiento común entre los habitantes que comparten una cultura y que por lo tanto es fuerte y sólido. Abundan las historias de fantasmas, personajes no humanos y fantásticos, todos estos “irreales”. Pero, ¿Las masas no temen o respetan solo a aquello que es fuerte y real? ¿Por qué las personas temen a eso que “no existe”?

De la forma misma en que los sucesos extraños dieron lugar a las leyendas y mitos (Varias veces en forma de Epopeyas), se da también que a través de las generaciones fueran contados para explicar lo inexplicable, no es raro que esas visiones vengan de vez en cuando a la mente cuando las evocamos.

Lo raro es, que esas visiones se presenten en forma material. Es cuando son capaces de manifestarse con una fuerza similar o mayor que la de nosotros. Esto pudo cambiar el rumbo de tres niños aún no preparados, que no pudieron estar equivocadas al sentir ese frió que paraliza la columna y toma fuerte el cuello con una gélida mano, ese peso en la espalda que no es un peso, como una nube extremadamente densa de un material no encontrable en la Tierra, la gravilla saltando en la noche haciendo sonidos de grandes zapatos y algo de sangre en el suelo.

Apenas saliendo más allá de las casas de madera y piedra que adornan el paisaje de arena entre los bosques de pino y eucaliptos, existió un magnifico paraje de unos 2 kilómetros cuadrados sin árboles, casas o fuentes de luz, muy distinto a lo que es ahora. Era posible tenderse en el suelo boca arriba y contemplar la bóveda de estrellas en su máxima expresión, siendo nuestra nariz lo único que se ve además del firmamento. Fue lugar perfecto para ver las estrellas en una calida, silenciosa y despejada noche de verano. Por supuesto, sin darnos cuenta de eso hasta llegar ahí el solo recordar la expresión de mi rostro me hace estar seguro de que los tres sentimos exactamente lo mismo al ver la vial actea y sus constelaciones, después de un rato, y conversando aún de lo que debíamos hacer esa noche para divertirnos es que fuimos a un lugar al lado del único camino al que se llega a esta villa desde la carretera. Era un camino de maicillo de tono amarillo-gris que parece reflejar muy bien la luz de los astros en el espacio, nos sentamos a un costado mirando al oeste solo donde se veía un tupido bosque a una distancia de casi un kilómetro. Nuestra animada conversión se vio interrumpida en un lapso de un segundo al ver unas luces en medio de los árboles donde es difícil entrar hasta para una persona y su linterna. Fue una potente luz que alumbró directamente hacia arriba la que vimos primero, seguida de una similar a unos 700 metros y por ultima otra, exactamente al centro de ambas, formando las tres una línea perfecta de tres puntos equidistantes desde nuestro lugar de observación. No recuerdo bien ahora cual de los tres ahí rompió el hielo para manifestar el tremendo asombro ante lo que acabábamos de contemplar, casi no hubo tiempo para meditar en el asunto cuando Francisco, que estaba sentado a la derecha de Carlos lanzó un fuerte grito de terror que lo hizo, por reflejo, ponerse de pié inmediatamente.

- ¡Alguien me tocó el hombro! Fue lo que el Pancho dijo exaltado. – ¡Miren el suelo! ¡Miren! ¡Alumbren con un encendedor!

Mientras sacábamos Carlos y yo los encendedores, aún teníamos el recuerdo muy fresco de esas luces. Casi deseábamos que lo que encontraríamos al alumbrar en el piso fuera algo extraño, idea que proviene derepente y que se mantiene usualmente oculta, hasta que se hace presente el llamado a entender algo desconocido. En la arena donde hace solo unos momentos estábamos sentados había una gran huella de una mano. La posibilidad de que alguno de nosotros la haya hecho se esfuma con solo recordar sus dimensiones: 25 centímetros desde el dedo pulgar hasta el dedo menor y 30 centímetros desde la base de la palma hasta la punta del dedo medio. Sea trataba, a simple vista de una inmensa mano humana que pudo haber correspondido a un hombre de mas de tres metros de altura. Todo esto en mi dio espacio para un silencio sepulcral en mi alma, como queriendo comprender y retener cada cosa que sabía que mi ser podría almacenar.
Inmediatamente después de esa visión nos pusimos de píe sin decir una sola palabra. Solo una mirada bastó para comprender la silenciosa instrucción: Vámonos. Estábamos a unos 500 metros de la entrada de la villa, partimos caminando a paso normal, pero mientras caminábamos se escuchaban muy claramente las pisadas de alguien o algo que venia caminando inmediatamente atrás de nosotros. Mientras caminábamos, cada uno por su cuenta pudo mirar hacia atrás, comprobando con asombro y miedo creciente que no había nada tras nosotros. Cuando entendimos la magnitud de lo que estábamos viviendo y sin comprender el como se pondría todo esto después, vino la segunda y mas elocuente instrucción que pudieron transmitir nuevamente nuestros ojos: ¡Corramos!
Se inició una carrera frenética por el camino de gravilla hasta alcanzar las casas, las luces y su gente para sentirnos a salvo, mientras corríamos a toda velocidad alcanzamos a notar que el maicillo saltaba desde el aire, como si sendos martillazos azotaran el suelo que habíamos acabado de pisar, se trataba de una persecución a muerte donde los tres éramos presa de un enorme y desconocido ser, recapitulando la escena tiempo después, los tres sentimos una masa pesada y calurosa que nos hacía correr mas rápido de lo que podíamos, dándonos la sensación de caer en cualquier momento. Faltando unos 250 metros para llegar a la entrada de nuestra salvación, Francisco, que iba corriendo al medio de ambos se adelanta unos metros, es en ese entonces en que ese “algo o alguien”, por atrás, le propina una senda patada que lo hace volar hacia delante dos metros haciéndolo aterrizar con el pecho y parte de la cara. Ya en el suelo, nuestra obligación era detenernos, levantarlo y ordenarle a correr lo más rápido posible a pesar de sus heridas. Solo algunos metros mas allá pude sentirme progresivamente mas tranquilo al acercarnos a las luces y a la familiaridad de un lugar que nos cobija y nos mantiene fuera de ese mundo fantasmal que se hace presente en la pampa, en el bosque, y cerca de las casas abandonadas que dan al acantilado.

Ya hemos vuelto a ser los mismos de antes, solo que esta vez con una experiencia que es muy difícil de transmitir a quienes no crean lo que nuestras tres pupilas avistaron el mismo tiempo y lugar. Muy difícil de entender para quienes escuchan esta historia jamás antes escrita, excepto para algunos otros que dicen haber visto a esta Sombra y sentido su presencia. Pocos dan crédito a esta historia, así como también somos pocos que comprendimos su real significado.




*El tue tue, según el folklore chileno, es un pájaro nocturno que en su canto dice tue tue. Su vuelo es rápido tan pronto lo escuchas aquí como allá. Según los mapuches a quien le canta el tue tue está irremediablemente condenado a morir. (http://www.biblioredes.cl/BiblioRed/Nosotros+en+Internet/Leyendas+de+la+zona/El+Tue+Tue)

1 comentario:

  1. woww excelente historia.. me gustaria saber si es verdad.. y bueno con esa descripcion es obvio el lugar no ?

    miedo.. estoy ahi y me cago de susto .. literalmente...

    sorry por no escirbir con mi blog.. pero me da lata abrirlo en la pega :P

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