lunes, 19 de abril de 2010

Evolución e Involución a escala Humana y Gatuna (Otro sueño montado en fibra óptica) O Un Gato de dos años frente al Nuevo Orden Mundial (Pt. 1)


Jamás he pretendido ser un sobre humano. Mi reflejo en el charco y las garras retráctiles que puedo manejar determinan que soy un felino. No estoy gordo, apenas tengo ganas de lavarme usando mi saliva. No lo haré. No lavaré mi cara hasta que pueda conseguir algo de comida. Tampoco soy un felino excepcional, hoy ya un pájaro se percató de mi presencia y escapó por el aire que solo puedo respirar. Mi corazón pequeño se acelera y no puedo pensar en otra cosa que no sea un bocadillo de carne para luego dormir y asearme: tengo hambre. Ayer mi cacería fue fructífera y siento aún en mis bigotes el sabor de esa ave que me pidió en vano no ser devorada, esa ave sintió mi olor a maldad solo unos microsegundos antes de ser alcanzada por mi afilada garra. La oí, justo en el momento que mis colmillos atravesaban su pecho emplumado y su olor a miedo mezclado con el de la resignación me invitaron a cortar y morder con aún más frenesí. Sin embargo hoy, desde temprano el frío ha acechado más afilado que yo, y hasta he pretendido salir a buscar comida en moradas humanas. Se que no soy alimento para humanos, aunque mi instinto me dice que en algún momento podría serlo, por lo que debo estar atento y temeroso ante esos gigantes bípedos que me ignoran al pasar, incluso debo permanecer silencioso y alerta ante esos bípedos humanos de menor tamaño y voz menos grave que desean regalarme una caricia gratis en el lomo.

Me siento y veo el aire, escucho el ruido y sigo alerta. Ya se que no soy gato de hogar humano y eso me hace estar en ventaja: ¿Acaso un gato gordo casero es capaz de saltar sobre una presa como lo haría yo? ¿Es el gato que espera su ración diaria en el sillón más ágil, sagaz o menos propenso a enfermedades o a esas dolorosas y dañinas inyecciones? No soy un gato rencoroso del humano, solo me río de él y de su falta de herramientas para sobrevivir en un medio ambiente para él hostil. Mis sentidos perciben ondas electromagnéticas que lo hacen más propenso a la depresión y menos propenso a la felicidad. El humano hoy solo vive para trabajar por unas migajas, mientras mis oídos logran escuchar la risa de sus patrones tras la puerta siempre cerrada, y aún peor: la gran puerta cerrada donde se fragua el futuro de cientos o miles de ellos que no saben que una de mis uñas puede atravesar sus venas yugulares si tan solo se me contrata por medio pejerrey. Pero sigo acá, tembloroso y temeroso de sus pies cubiertos por cuero y goma. El humano necesita piel y cuero que no le pertenece y juega con colores y texturas como lo hace el pavo real. Yo acá pequeño y hambriento solo necesito de mis patas acojinadas y mi pelaje desnudo y hermoso que me camuflan para obtener comida sin intercambiar dinero.

Mientras pienso esto, recuerdo que solo tengo dos años y he luchado por copular a una gata solo en dos ocasiones. He resultado herido pero esas heridas ya están cicatrizadas y por lo tanto ya no importan. He escuchado a humanos sufrir por heridas del pasado: ¡Que ridículos! Ojala pudiesen saber que el dolor anterior se pasa con tiempo aplicado y no por tiempo por aplicar; que cada señal de dolor los enferma y desgasta si no hacen algo por remediarlo. Ojala supieran que el odio en sus corazones no hace más que conspirar contra el templo que acoge sus almas y que no es más que sus cuerpos que debiesen percibir a la naturaleza toda tal como lo hace este tierno, inofensivo y hambriento gatito. Ojala despierten antes de la fecha que oí con mis oídos de gato: ese donde van a ser manejados como las ovejas a las que solo su lana blanca era capaz de salvar, o a los peces que son engordados solo para ser devorados.

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