lunes, 31 de mayo de 2010

Pena



Si.
Siento pena en esta hora. Miedo también, y mucho. Y creo que de todos los miles de miedos que he sentido en toda mi vida, este es el más importante. Siento pena porque la misma pena se mezcla con la incertidumbre. He conocido lugares del futuro donde mis hermanos se pelearán por grano y no conocerán hierba comestible ni aún para el ser humano. He vislumbrado lugares donde matar es común, y cuya única finalidad de vida mortífera es obtener grano y agua. Y he visto a millonarios y poderosos con fuerza alquilada al Búho Petrificado, jactándose en lujosos vehículos y lustroso cuero, jugando a manejar bastas riquezas que ni ellos mismos son capaces de gastar en sus vidas materiales. Jugando a ser dioses de lo que ven, pero de lo que no manejan inmaterialmente.

En esta hora maldita y prevista se fragua una de las más grandes aniquilaciones; y no siento odio, si no sigo sintiendo pena, pues muchos padres de mis enemigos caerán, pero lo harán con más fuerza las madres de mis amigos. Temo. Pero no temo por mi alma ni por la de mis amigos. Solo temo, por las almas de mis enemigos que sentados en una mesa dorada calculan la cantidad de muertos que habrá de haber para completar lo que está escrito en monolitos infames de piedra. Me arde el alma por la madre lejana, y por el hijo que la extraña. Tengo pena por mí. Porque ya he conocido el odio. Un odio impotente que sulfura el agua y oxigeno que habita en mi cráneo febril. Tengo miedo de mi mente cuando llegue la hora en que la señora del balón de cuero determine que acabó por fin el circo romano, y que ha llegado el tiempo de cosechar sus semillas oscuras y putrefactas. Esa hora, donde caerá el justo y morirá el impío. Donde la escoba dorada barrerá a justos por pecadores. Y veré a pecadores inertes e incólumes, riéndose de sus suertes al estar vivos, pero con la culposa certeza viva pero silenciosa en sus almas de no haber hecho nada por sus hermanos.

Temo porque estoy solo y Dios no me ayuda en esta hora.

Tengo pena de los enamorados, que solo atesoran esperanza de una vida llena de sentimientos de alegría. Pero acarreo mucha más pena, por quienes están enamorados del verde trozo de nota en forma de bono bancario por el que desean lascivamente mi muerte. Babeantes, como si la vida no fuera otra cosa que adquirir. Infames, que ven la riquesa en un trozo de papel de algodón. Siento pena incluso, por quienes el oro será tipo de cambio, pues sé, más vale la pena cambiar todo el oro del mundo por una sonrisa sincera, una caricia al que sufre y una mano abierta y extendida ante el que ha perdido tanto como su propia fe. Siento pena de quienes no saben que el propósito de la vida es entregar, no recibir.

Ya no tengo rabia en lo absoluto, solo pena por quienes se atiborran de bienes superfluos, como si sus almas fueran capaces de llevar monedas y oro al Templo Azuldorado del cual venimos y retornamos.

Tengo miedo porque no percibo tu pena, ni tus palabras y solo huelo tu indiferencia ante los actos que nos pueden ver morir. ¿Me escuchas, ser ciego e imbécil? Mataremos al mundo si no hacemos algo, si no nos unimos ni estamos de pié cuando suene la campana que llama a las bombas nucleares de Julio. Despierta y ve lo que tienes. Ama y da, que esa es la Ley.

Y por último siento pena y rabia de no poder hacer nada estando solo. La incertidumbre me carcome en esta hora gélida. Está la pena de no saber si estarás conmigo mañana por la mañana. Pero está la fuerte convicción y la profunda e indestructible fe de saber que, cuando lleguemos al Sol, estaremos firmes y de pié sobre la indestructible montaña.

martes, 4 de mayo de 2010

Evolución e Involución a escala Humana y Gatuna (Otro sueño montado en fibra óptica) O Un Gato de dos años frente al Nuevo Orden Mundial (Pt. 2)


Siendo un gato salvaje solo puedo pretender alimentarme de la comida que otros desechan, pero mi sentido del gusto avanzado me permite reconocer y elegir lo que yo desee en el momento que quiera y cuando yo lo desee. Ya pasó una larga noche de hambre en que estuve sentado esperando al ave que se fue a dormir. Y en esa noche aproveché de recorrer lugares gratis por donde los humanos se divierten a cambio de gastar su dinero. Estuve oculto bajo una rueda caliente recién usada en un lugar que los humanos llaman Pub. Vi como muchos bípedos caminaban y entraban entre risas a un lugar lleno de humo y sonidos capaces de romper sus tímpanos. Adentro ellos parecían festejar el más grande acontecimiento de sus vidas, y los sentí capaces de morir por ello respirando el veneno de los vapores que oculto y silente pude ver exhalar desde sus pulmones. Cada risa era la máxima expresión de felicidad que sus cuerpos podían representar. Eran muchas personas, pero pude concentrarme en un grupo de ellas, y más conscientemente en dos de ellas estando ahí. Vestidos en cuero y de ropas negras reían y gozaban de una felicidad que parecía orgullo. ¿Orgullo de ser seres humanos? ¿Orgullo de saberse auto envenenados? Ellos, los humanos, inventaron el vicio y lo viven: yo, gato, solo descubrí el hambre y la mato (o eso intento).

Sigo caminando en la oscuridad y me alejo del ruido que me ensordece para tratar de pensar mejor. A través de la vereda camino y no veo ni huelo nada que pueda comer. Quizás sea mejor detenerme y sentarme un rato para ver si algo pasa, así al menos no desperdiciaré calorías. Veo un lindo lugar con mucho pasto ordenadamente cortado frente a un gran edificio con seis pilares al frente desde donde nadie sale o entra a esta hora de la noche. Me siento en esa oscuridad junto a un pequeño matorral y relajo mis ya cansados músculos. Pude ver en un lapso de diez o quince minutos pasar por lo menos unas veinte personas y ninguna de ellas reparó en la edificación donde yo me encontraba, aunque me pareció ver que una de ellas hizo un extraño movimiento de sus manos al pasar por el frontis del lugar donde yo estaba descansando. Confundido, vi más detenidamente la gran casa sin rejas iluminada por unas potentes luces y en la entrada pude leer la siguiente inscripción: “TOTA PULCRA ES MARIA ET MACULA ORIGINALIS NON EST IN TE”. Se trata de un lugar muy grande capaz de albergar a una gran cantidad de humanos, pero no a animales como yo (lo sé por el olor). Ahora sé que se trata de un templo, un templo cristiano cuya sub-denominación es “templo católico”. Sin saberlo en ese momento, en ese lugar se adora a un personaje moribundo y harapiento conocido como Cristo. A mucho tiempo de haber pasado por ahí esa noche puedo darme cuenta de que ninguno de los asistentes a ese culto viste o se parece a la imagen de unos tres metros que corona el altar de adoración de ese templo. Más bien debo decir, no se parecen en nada a la imagen crucificada: los he visto llegando días y tardes en carísimos y ostentosos carruajes, vestidos en ceñidos y perfectos ropajes cuya hechura parece haber sido hecha y diseñada por el más hábil artesano. Ya recuerdo haber visto a través de la puerta a muchos humanos hacer una rara señal con las manos (ya sé que se ahora que trata de un signo solar).

En la naturaleza, los animales como yo respetamos al animal más fuerte, a aquel que sea capaz de hacernos daño y, como en la naturaleza no existen los doctores, huimos ante la más minima percepción de un inminente daño a nuestros cuerpos. Sin embargo, estos humanos capaces de pagar por la más alta medicina, reverencian a una imagen que va a morir. ¿Puede ser un ser aparentemente débil ser un Dios? Según mi lógica no lo es, por lo que me pregunto: ¿Quién lo ha investido como a un ser supremo?

Ciertamente no ha sido él mismo. ¿Qué hombres han desarrollado el mito hasta hacer que los humanos lleguen a dar de su dinero, o trabajo (o trabajo ahorrado) para mantener a pastores que han ultrajado a niños humanos? (También lo he sabido por el olor, especialmente el del que se para justo bajo el moribundo en el altar.) Si esos hombres hablan en nombre del Cristo, solo debo pensar que el Cristo ha sido el peor asesino en la historia, conociendo la cantidad inmensa de victimas por las guerras cruzadas y la inquisición. Quizás ese Cristo no lo quiso así, talvez se avergüence de sus seguidores en su morada celestial que dicen que habita.

Pero, hubo un punto en que todo esto me pareció mágico. En ese frío momento de la noche escuché una voz humana que me llamaba tratando de imitar mi dulce ronroneo. Lo veo de lejos, se trató de un ser humano muy hediondo y harapiento acostado al lado del templo. No me percaté de si presencia por mi curiosidad previa. Él parecía inofensivo y me ofreció un pedazo de pan. Pensé si querría hacerme acercar para comerme o hacerme daño, y la verdad no me habría acercado a él si no lo hubiese sentido tan cansado y hambriento como yo. Yo seguía dudando mientras el mendigo seguía llamándome. No sé como, pero mis patas y mi estomago me hicieron estar a medio metro de él. En silencio el hombre hambriento corta con sus manos un pequeño pedazo de pan y lo lanza cerca de mí. Me acerco y lo huelo, no tenía veneno así que lo comí con ganas. Ante semejante muestra de gratitud, me puse a su lado mientras el hombre comía y me veía. Me ofreció más comida y yo, hambriento como él, recibí lo que me ofreció. Me quedé a su lado. Sus vibraciones eran positivas, no noté agresión en sus manos y no pude distinguir señal de daño alguna, por lo que aproveché su calor y pasé la noche con él, mientras me acariciaba lentamente el lomo y yo ronroneaba.

Pensé mientras me acurrucaba: Si Cristo de verdad existe y se ve como él. Entonces los señores de camionetas 4x4 y autos de lujo deberían adorarlo a él, sin embargo lo evitan y hacen como que no lo ven. Eso me parece más lógico. ¿No deberían dar al menos un pedazo del pan que ellos no comen al señor que me guardó esa noche? Yo hubiese cazado y le hubiese dado una paloma, se la habría dado con gusto, y espero poder hacerlo pronto, pero por ahora solo duermo y le entrego mi amor en forma de ronroneo a ese vagabundo. Eso si que me parece más lógico.